Vacivus

Centro de Estudios Latinoamericanos Romulo Gallegos -Sala RG- Caracas 1993

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The Venezuelan curator Tahía Rivero writes an analysis of the works of José Luis López-Reus, a local visual artist, in the exhibition Vacivus (Caracas, Sala RG, 1993).  Rivero points out that the work of this painter is substantiated by unconventional abstract art but that initially the artist was proposing recovering the released free form. Even so, says Rivero, it is not an ascription per se but instead a selection of mechanisms that allows him to defy, among other things, vacuum as well as dematerialization. According to Rivero, this work depicts ambiguities as a portrayal of cosmic tensions which allow access to another reality that, in her view, would lead art toward the path of knowledge.

In this text the Venezuelan curator and critic Tahía Rivero analyzes the series Vacivus, which was exhibited in Caracas, in the Sala RG in 1993. In fact, the work on display was a combination of paintings and installations carried out by the Venezuelan visual artist José Luis López-Reus (subsequently known simply as Pepe López, b. 1966). The curator attempts at explaining what in her opinion could be considered the most important works in his artistic trajectory, a presentation of works in gestural and free language forms. Rivero digs into their historical traditional roots, and in turn traces López-Reus’ new language in its most broad contemporary meaning.

 

El artista y sus instrumentos- Tahía Rivero 1993

Los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene.  J.C. Onetti

Con frecuencia nos preguntamos sobre la vigencia de la obra artística, desde una perspectiva contextual y su relación con la historia del gusto.  Estaría aquel gesto primitivo de la caverna, emparentado por alguna vía, con este que hoy reconocemos en la obra de José Luis López-Reus?  Y si así fuera, Cómo urdir el hilo conductor que la conciencia histoórica parece haber desilvanado en nuestra memoria?  El arte, es bueno recordar, ha reflejado la forma de reconocernos mental, física y espiritualmente.  Por eso, de alguna manera nos traduce, nos indica, nos devuelve la aguja ensartada.

Los veloces desplazamientos epistemologicos ocurridos durante el siglo XX nos ubican en una matriz imaginaria en la que cada categoría artística se une con otra generando nuevos sistemas.  Es posible que una obra cubista hubiera sido rechazada a mediados del siglo XIX, cuando apenas aparecía la locomotora.  Aún en 1910, Roger Fry, historiador y crítico de arte inglés, organiza en Londres la primera exposición postimpresionista con obras de Cézanne, Matisse, Picasso, Van Gogh y Gaugin, provocando repudio y escándalo en la pacata sociedad victoriana de principios de siglo.

El artista trabaja con el inconsciente, explorándolo y desencadenándolo, haciendo tangible su deseo. No siempre anticipa la comprensión de su propia obra; la polaridad entre comprender y sentor obstruye esa intuición.  Otras veces es víctima de la incomprensión general.

Sin duda, es un acto muy personal inscribir la investigación artística, no sólo dentro de la historia del arte, con la manida intención posmoderna de la apropiación, sino como instrumento del proceso de conocimiento de sí mismo.  Del arte y de los artistas debe tomar lo esencial para, desde el parecido, decir otra cosa:  novedosa, experimental, investigativa, evocadora, catártica.

En Vacivus López-Reus expresa una síntesis similar a lo descrito anteriormente para construir su silueta de artista.  En su obra, repertorios del informalismo abstracto van adquiriendo cuerpo lentamente. Su abuelo, español republicano e importante figura referencial de su vida y su obra, es quien le arrima a la memoria el recuerdo de la península como origen de un vocabulario y costumbres distintas.  Barcelona es escenario y territorio del reencuentro, allí descubre a Tapies y la materia.  Así comienza a incorporar esos códigos a sus trabajos.

Anteriormente había realizado obras constructivas, quizás debido a su formación racionalista como ingeniero y al auge en Venezuela de los códigos constructivistas de los sesenta y setenta.  Estas piezas tenían más bien un carácter experimental y lúdico, sin embargo, constituían pasos firmes hacia el desarrollo sostenido del que-hacer artístico.

La poética informalista, aparecida en Europa sobre los escombros de la postguerra, es la expresión de un clima de profunda desconfianza en los valores cognoscitivos y racionales.  En el plano lingüístico se traduce como un rechazo a la forma, y más bien recupera para el acto creativo el gesto, el ser.  Y aquí es interesante preguntarse por qué López-Reus realiza un viaje inverso y recupera el cambio de paradigma que propuso el informalismo como liberación de la forma.

De sus primeras construcciones racionales y programadas se vuelca hacia lo expresivo y gestual, rechazando también como individuo esa moral productivista del modernismo.  Estaba así abriendo la puerta de las significaciones inmanentes del arte abstracto. Es pues ésta, una respuesta fidedigna al yo interior, a la voz que lo arrastra al abismal terreno del sentimiento, sin dar oído a las tendencias externas de la cultura actual. López-Reus no se adscribe a la vanguardia per-se, sino que selecciona instrumentos intangibles desde el inconsciente para enfrentar el miedo, el éxtasis, el nacimiento, la muerte: el vacío.

El vacío es el umbral.  Es la transmutación de la energíón vital en una desmaterialización.  Para López-Reus no es necesario representar la realidad objetual.  El tamiz de su subjetividad, de su deseo, lo aprisiona, lo amarra tortuosamente en las obras que hoy nos muestra.  En las crucifixiones I, II y III, simboliza la entrada al sufrimiento clave de la contradicción y la ambivalencia, para situarse entre la prevaricación y la salvación. Esta misma ambivalencia se lee en casi todas las aristas de sus obras.  En las piezas numeradas IX y X la visión horizontal y vertical del vacío le permiten proyectar los dos ejes cartesianos al infinito.  Si percibimos las formas en abstracto, obviando sus calidades y texturas, notaremos que los sólidos, tumbas sobre el piso, son el positivo del rectángulo sustraído en el interior de la obra sobre la pared.  De nuevo la vida, la muerte y el infinito como imagen de la trascendencia de la energía y del espíritu.  La ausencia de color, o mejor dicho, la selección de un solo color predominante, el gris, nos indica que el artista se niega a sí mismo, para representarse como el Otro y dejar a éste, a su vez, en una relación especular con la obra.  Sin afán de fagocitarlo sino má bien con el despropósito de zafarse de su propio fantasma.   Para él es más importante verse unido al vacío y establecer más francamente esa lucha cósmica que se plantea entre el hombre y el universo.  Las formas no se reconocen por sus colores sino por sus referentes geométricos, de allí el acceso a través de la obra, hacia otra realidad o la vaciedad.

En José Luis López-Reus percibimos la selección intuitiva de este camino, la vía del arte.  Su compromiso es dar contonuidad a esa acción incipiente y el mío es seguir de cerca esos pasos.